Menores en las noches de Fomento Cuba

La responsabilidad del Estado y la familia con los niños y adolescentes en la Cuba de hoy es un asunto que amerita profundos replanteos

(Por: Pedro de Jesús López Acosta*)

En 1985, cuando tenía yo 15 años, ni mis padres ni los de mis coetáneos hubieran permitido que anduviésemos solos y en la noche por el pueblo. Tres decenios después es muy común ver, incluso en la madrugada, a menores de edad por calles y espacios públicos. Aunque sucede en toda Cuba y ha recibido críticas negativas de la prensa nacional en varias ocasiones, la situación persiste.

Que a raíz del Período Especial la vida económica del país se hiciera más difícil y algunas costumbres y preceptos morales demasiado rígidos se flexibilizaran a tenor de esa circunstancia no significa que el Estado y la familia hayan dejado de tener obligaciones ineludibles con el adecuado desarrollo de ciudadanos tan vulnerables como niños y adolescentes.

De hecho, el Código de la Familia y el Código de la Niñez y la Juventud refrendan esas responsabilidades, y ambos documentos, en su carácter de leyes, mantienen pleno vigor.

Explicita el Código de la Familia en su artículo 85 que los padres de los menores de edad tienen el deber no solo de facilitarles techo, vestimenta y comida, sino también de “proporcionarles los medios recreativos propios para su edad que estén dentro de sus posibilidades; darles la debida protección; velar por su buena conducta y cooperar con las autoridades correspondientes para superar cualquier situación medioambiental que influya o pueda influir desfavorablemente en su formación y desarrollo”.

¿Resulta propio para la edad que, sin compañía de un familiar responsable, niños y adolescentes menores* deambulen a altas horas de la noche por calles y parques (lugares oscuros muchas veces) o bailen, con conocidos y desconocidos (no importa siquiera si son adultos), en las penumbras de una discoteca? Cuando los padres admiten y alientan esas salidas nocturnas altamente peligrosas, ¿ofrecen a los hijos la debida protección?

Y esto sin contar que algunos menores, sacando partido de la noche y de la ausencia de sus progenitores, fuman e ingieren bebidas alcohólicas, maltratan la propiedad social, vociferan palabrotas, riñen o tienen relaciones sexuales en sitios apartados e inseguros. Si la familia deja solos y en tales circunstancias a sus retoños, ¿puede velar por su buena conducta?, ¿acaso no es ella misma, con su actitud acomodaticia y negligente, la que propicia hechos como los referidos, que influyen desfavorablemente en la formación y desarrollo de los hijos?

En efecto, la familia es la máxima responsable. Pero compete a las instituciones estatales encargadas del orden público y la administración de la justicia asegurarse de que la ley no sea letra muerta.

El Código Penal, en su artículo 315.1, prevé sanciones de privación de libertad, multas o ambas a quien “no atienda o descuide la educación, manutención o asistencia de una persona menor de edad que tenga bajo su potestad o guarda y cuidado”. Sin embargo, en el Acuerdo 92 del 21 de abril de 1981, el Consejo de Gobierno del Tribunal Supremo Popular puntualiza que solo “las manifestaciones más graves del incumplimiento de esos deberes pudieran integrar delito”, es decir, “cuando constituyan un abandono real y constante, con relevante trascendencia en las condiciones de desamparo moral y material de los hijos menores”.

Por lo tanto, consentir que los menores hagan vida pública nocturna sin compañía familiar adulta no resulta, en sí mismo, un acto punible. Sin embargo, los riesgos y peligros potencialmente derivados del hecho se mantienen: las autoridades gubernamentales, las organizaciones políticas y de masas, y sobre todo —insisto— la familia, la Policía Nacional Revolucionaria y la Fiscalía, no pueden, simplemente, volver la cara.

Es cierto que a niños y adolescentes les asiste el derecho a recrearse; y, según el Código de la Niñez y la Juventud, “los organismos del Estado garantizan la utilización permanente de las instalaciones apropiadas para realizar actividades culturales, deportivas y recreativas”.

En ese documento legal (que data de 1978) se hace un deslinde entre las funciones, en relación con la niñez y la juventud, de los organismos estatales de la cultura (artículos 83-86) y las de los organismos estatales responsabilizados con los deportes, la educación física y la recreación (artículos 93-100). A los primeros se les encarga, básicamente, la asesoría técnica, ideológica y promocional de los jóvenes escritores y artistas y del movimiento de aficionados. A los segundos se les da, entre otras, la misión de prestar especial atención al desarrollo de las actividades recreativas de niños y jóvenes y de apoyar las iniciativas que en este sentido llevan a cabo las organizaciones políticas, sociales y de masas.

Aparte del Inder —implícito en la formulación verbal de la ley—, se mencionan como instituciones que deben garantizar la recreación de niños y adolescentes los campamentos de pioneros, los clubes juveniles, las instalaciones del turismo y los llamados planes vacacionales. Asimismo, el artículo 116 deja establecido que: “El Estado asigna un presupuesto anual a las organizaciones juveniles y pioneril para sufragar los gastos originados por sus actividades políticas, culturales, deportivas, recreativas, investigativas y de otra índole”.

Campamentos de pioneros, clubes juveniles, instalaciones de turismo, planes vacacionales, actividades recreativas originadas por las organizaciones juveniles y pioneril… La mayoría de esas opciones, por razones no solo económicas, desaparecieron o tienen alcance muy restringido en la Cuba actual. De manera que, una y otra vez, se escucha en intervenciones públicas de funcionarios gubernamentales que las instituciones culturales de los territorios —las casas de cultura, sobre todo— deben apoyar o asumir la satisfacción de las necesidades recreativas de la población, apelando al talento artístico de la localidad, tanto aficionado como profesional.

En primer lugar, se tergiversa la misión con que fueron creadas las casas de cultura cuando se las pretende convertir en sostén de las actividades meramente recreativas de una localidad, para paliar o suplir la ineficacia o la ausencia de las instituciones que históricamente se diseñaron con tal fin.

En segundo lugar, esa pretensión constituye una gran falacia: se sabe que, al menos en buena parte del país, la fuerza técnica y la logística imprescindible para trabajar en las casas de cultura están deprimidas hace años, al igual que el movimiento de artistas aficionados. (Hablo de la regla, y presupongo las excepciones, las cuales desconozco.)

Por otra parte, ¿cuántos municipios, por ejemplo de la provincia de Sancti Spíritus, cuentan con un caudal de artistas profesionales numeroso, variado y de auténtica calidad —en lo fundamental de artes espectaculares como la danza, la música y el teatro— que posibilite, con la sistematicidad requerida, idear y ejecutar propuestas recreativas cultas y, a la vez, de impacto masivo? ¿Hay dinero suficiente en las arcas estatales para la remuneración de los artistas y el sustento regular de tales propuestas?

Aunque este asunto pareciera leña para otra hoguera, es parte del mismo fuego o, mejor dicho, de la misma candela. Porque, con tamañas carencias y limitaciones, ¿cómo encarar en los municipios la recreación para niños y adolescentes desde las instituciones culturales?

Una idea tentadora, sobre todo para los propios niños y adolescentes, sería abrirles discotecas exclusivas, a la usanza de las que funcionan para jóvenes y adultos. Es tan brillante la idea sobre el papel que apenas resisto el impulso de añadir detalles: serían centros pertenecientes a la Empresa de Comercio y Gastronomía que cerrarían siempre antes de las doce de la noche y en los cuales se velaría por la iluminación adecuada y la selección atinada de la música, se prohibirían las bebidas alcohólicas, los cigarros y la entrada de personas mayores de 16 años… Incluso instructores de arte, educadores y promotores de salud, así como promotores culturales del municipio, podrían sumarse al empeño y, entre reguetón y música house, realizarían acciones de apreciación artística o sobre el uso correcto del condón o relativas a la prevención del VIH y otras infecciones de transmisión sexual.

Muy bien. Perfecto. Magnífico… Pero, a riesgo de parecer conservador, pregunto: ¿y los padres van a estar esperándolos afuera? Si hasta ahora los han dejado salir y regresar solos en medio de la noche o la madrugada, ¿se obrará un milagro?, ¿se habrá resuelto el problema? ¿Acaso muchos de los menores no saldrán de esa discoteca para colarse en la otra, la de los mayores?

Volvemos al comienzo. Y, como al comienzo, sostengo que es obligación de la familia proteger la integridad física, moral y espiritual de niños y adolescentes. Y es deber de la PNR y la Fiscalía hacer que esas responsabilidades se cumplan. Porque puede no haber transporte, el salario puede no alcanzar para los gastos mínimos de una casa… pero, ¿vamos a dejar que nuestros niños y adolescentes, los constructores, los maestros, los policías de mañana se pierdan?

Es este un asunto de enorme trascendencia cívica que no deberíamos soslayar ni enfrentar con ligereza.

 *Se especifica adolescentes menores, porque, según la Unicef, los adolescentes están comprendidos entre los 14 y los 18 años, y en Cuba la mayoría de edad se alcanza a los 16.

 *Narrador, poeta y ensayista de Fomento Cuba. Premio Alejo Carpentier 2006 y 2014

Publican poemas de escritor fomentense en Revista Kenyon Review

El autor Liuvan Herrera Carpio, residente hoy en Ecuador, y su obra publicada en la Revista Kenyon Review.

por Liuvan Herrera Carpio

Translated from Spanish by Katherine M. Hedeen and Víctor Rodríguez Núñez

Codorniz

Un aguacero de codornices decapitadas lapida el hambre a los que cruzan el desierto. Una lluvia de pájaros sin cabeza es una lluvia sin cabeza. ¿Qué bosque quedó sin trino, qué bosque sin primavera?
Mientras el peregrino despluma las gotas, la arena se contenta como un perro al recibir los pétalos del ave que lentamente se deshojan.
El peregrino es el marinero del desierto. Tras la tormenta de codornices naufragó: no ha podido soportar tanta arena en pleno vuelo.

Tigre

para Virgilio, antes de ser devorado

La piel del tigre es una trampa. Cuando mi hijo abre los ojos, como un grito frente al animal, no se da cuenta que tras un doble enrejado la piel del tigre está sin pintar. Los tigres desayunan carne de poeta: el domador castiga a las legumbres ofreciéndolas como armadura para este exquisito brazo de Blake que ahora mismo vemos engullir.
La digestión del tigre es paciente como los ojos de mi hijo, como los huérfanos ojos de mi hijo.

Mortaja de sábado

Al tender las sábanas
como cuerpos recién ahogados,
una camisa contigua
encoge los hombros.
La ungida, sin nombre digno que recordar;
ofrece al sol el cadáver del tálamo
donde su hijo, cada noche,
se deja extraer por Dios
una costilla irrecuperable.
Dios exprime
la muerte en la sábana,
pero el cansancio de mi madre
le impide atisbar el milagro.
No la culpes, hombre de la cruz,
cuando reta al sol con humedad formidable.
Tú pendiste las horas como un ahorcado
y Dios exprimió tu sangre
desde su altura.
Tiende la sábana como gesto de rendición.
¿Ante quién flaquea mi madre cada semana?
¿Qué enemigo le obliga a retirarse
sin victorias que alimentar?
Dispongo a cerrar los ojos:
ya siento en mi vientre el cisma de Dios.
El almidón, justo padre,
maquilla silencioso una mortaja.

Hierros de carnaval

Fraguados en herrerías clandestinas
viajan sobre trailers ominosos
por la cicatriz nacional,
artefactos para la diversión,
que en carnavales de barrio
se erigen en solo una hora.
Piezas de antiguos centrales
adobadas por años en el alcohol
de almíbar,
ahora toman sitio
en sillas voladoras y en
botes suspendidos en el arco
de su viaje.
Quien no asistió al esplendor
de los parques eléctricos,
podrá encontrar aquí
una desleal imitación.
Di adiós a tu hijo mientras
resiste su vértigo
en las pequeñas jaulas
de “El Exterminador”.
Subamos a “El Dragón”
cuando su mal trazado ojo
ve derramar la cerveza sin nombre,
detenida en odres de extraño níquel
y disputada por caballeros de sed medieval.
Sobre las esteras de montaña rusa
oyendo crujir los frenos de la noria,
te dije: qué triste el país.
—Diviértete, fue la respuesta
mientras me alcanzabas un
algodón de azúcar,
traída del gran Brasil
en oscuras bodegas
de lujosos trasatlánticos.

Quail

A downpour of decapitated quail stone the hunger of those crossing the desert. A rain of headless birds is a headless rain. What forest was left with no song, what forest with no spring?
While the pilgrim defeathers the drops, the sand is as happy as a dog taking in the bird petals slowly plucked.
The pilgrim is the desert sailor. After the quail storm he shipwrecked: he hasn’t been able to stand so much sand midflight.

Tiger

for Virgilio, before being devoured

The tiger skin is a trap. When my son opens his eyes, like a shriek before the animal, he doesn’t realize that behind the double trellis the tiger skin isn’t painted. Tigers eat poet flesh for breakfast: the tamer punishes the legumes offering them up like a garnish for this exquisite Blake arm we now see being wolfed down.
The tiger’s digestion is patient like my son’s eyes, like my son’s orphan eyes.

Saturday Shroud

When hanging out the sheets
like newly drowned bodies
an adjacent shirt
shrugs its shoulders.
The anointed one, no name worth remembering,
offers up to the sun a cadaver from the marriage bed
where her son, each night,
lets God extract
an irretrievable rib.
God wrings out
death over the sheet,
but my mother’s tiredness
won’t let her make out the miracle.
Don’t blame her, man of the cross,
when she challenges the sun with a formidable dampness.
You strung the hours up like a hanged man
and God wrung out your blood
from his height.
She hangs the sheet out as a gesture of surrendering.
Who does my mother lose heart to each week?
What enemy forces her to retreat
no victories to nourish?
I’m ready to close my eyes:
now I feel the schism of God in my belly.
The starch, just father,
silently covers up a shroud.

Carnival Irons

Forged in clandestine smithies
they travel on ominous trailers
through the national scar,
artifacts for amusement,
in neighborhood carnivals
assembled in just an hour.
Pieces of old sugar mills
marinated for years in syrup
alcohol,
now they take their seats
in flying chairs and on
boats suspended in the arc
of their journey.
Those who never witnessed the splendor
of electric parks
will find here
an unfaithful imitation.
Say good-bye to your child while
he fights back his vertigo
in the small cages
of “The Exterminator.”
Let’s ride “The Dragon”
when its badly drawn eye
sees nameless beer spilled,
lingering in wineskins made of a strange nickel
and argued over by knights with a medieval thirst.
Standing on the roller coaster’s carpet
hearing the brakes of the Ferris wheel grind
I told you: this country is so sad.
“Have fun,” was the answer
while you got me some
cotton candy
brought from grand Brazil
in the dark holds
of luxury ocean liners.
 

Este fin de semana fiestas populares en El Pedrero

Se rompe la rutina en la comunidad serrana de El Pedrero…

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Viernes día 16
A las 2pm en la plataforma central en Pedrero música grabada y presentación del talento de la comunidad hasta la medianoche.
Sábado día 17
A las 10am en la Plataforma Central se efectuará la “Peña infantil”.
A las 6pm presentación de la Orquesta Sensación Latina.
Domingo día 18 .
A las 10am en la plataforma central se efectuará “Peña campesina”.
A las 6pm presentación del grupo aficionado “Los norteños”.
En la Plaza 26 de Julio se efectuará la Feria Agropecuaria con la presencia de música grabada hasta el cierre de las fiestas.
(programación divulgada por la dirección de Cultura y Arte de Fomento)

María de la Caridad Martínez, la joven del escudo de Fomento Cuba

Por Bárbaro Pérez Colina,

La historia conserva en sus páginas la actitud de mujeres a toda prueba.

Fomento también tiene sus mujeres heroicas. Hoy hablaremos de una, que si bien no es la única, si fue de las primeras en inmolarse en el altar de la patria.

Era María de la Caridad,– Mariquita, como la conocían todos en el poblado– hija de Don José Francisco Martínez y Doña Dolores Martínez, el primero, rico hacendado de la comarca, comprometido desde un principio con la causa independentista junto a familiares y amigos. La segunda, amorosa madre, entregada a las labores propias del hogar.

Al estallar la revolución en las Villas, José Francisco y su hermano, junto a un grupo de patriotas locales, se pronunciaron a favor de la guerra en Jumento el 7 de febrero de 1869. Como fue usual en aquellos primeros tiempos, toda la familia siguió al jefe insurrecto a la manigua, para no quedar bajo la tutela española. Pronto los cubanos establecieron campamento en el lugar llamado Guayabal Bajo, perteneciente a la hacienda El Ñame, cuya propiedad pertenecía al padre de María Caridad y, sitio donde se improvisó el campamento cubano.

Cuenta la historia que un esclavo de los que acompañó a José Francisco en el alzamiento, después de desertar, se presentó a las autoridades españolas y los denunció.

El día 17 de febrero de 1869 una columna española compuesta por el batallón de infantería Isabel II, al mando del teniente coronel Báscones, partió del cuartel de infantería (hoy Museo Municipal) con el objetivo de sorprender y aniquilar el campamento mambí. Leer más de esta entrada

El primer clic (+audio)

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por Ileana León Jáuregui

La luz eléctrica es un privilegio que comúnmente disfruta la sociedad. Además, es una fuente de energía que facilita el trabajo de la industria, la educación, el transporte. En fin, que la luz eléctrica es una de las maravillas tecnológicas de la historia de la humanidad.

¿Ven?, así es hoy: la casa iluminada, los equipos funcionando. Pero, acaso, tiempo atrás la vida era tan cómoda, tan iluminada?

Verdaderamente, no era así, pues nuestros ancestros vivían con la luz del día y por las noches, una fogata era la lumbrera principal. Luego, nuestros abuelos evolucionaron al quinqué, la chismosa o las velas. Y por años fue así: amanecían con las primeras luces y se acostaban con las gallinas.
…Escuche la nuestra sección Reflejos, a cargo de la licenciada Ileana León Jáuregui.
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